EN EL METRO DE MI CIUDAD

Sistema de Transporte Colectivo METRO
Aproximadamente un 30% de mi carácter se forjo en el Metro y en los peseros de mi ciudad, mi itinerario en la década de los 90 consistía en las siguientes pintorescas rutas:

• Pesero Santa Úrsula Coapa, Estadio Azteca- Metro CU (lunes a viernes FCPyS)
• Línea Verde Metro CU – División del Norte (FCPys- casa de mi abuela, todos los miércoles)
• Metro General Gandalla- Pesero Colonia del Mar (CNA Escuela Nacional de Danza)
• Metro Hidalgo- Colonia Guerrero (Ballet Folklórico de Amalia Hernández)
• Línea Azul Taxqueña-Zócalo, Pino Suarez (GDF - Edificio de Cabildos)
• Distintos Transbordos de la línea azul hacia -Metro Balderas- Colonia Doctores (Sria. de Finanzas)

El arte de forjar metales consiste en someterlos a temperaturas extremas, golpearlos con un martillo para que obtengan una determinada forma y después enfriarlos rápidamente para que se templen. En la forja se modela el metal por deformación plástica, en mi caso, mis andanzas por el transporte colectivo fueron formativas, templaron mi carácter.

La templanza es una virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados y compartidos. Asegura el domino de los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad.

Honestamente no poseo dicha virtud, pero por momentos la he ejercido al controlar mis impulsos paranoicos y deseo de salir huyendo por la ventana entreabierta de un vagón atestado de gente y detenido en un túnel oscuro por más de 20 minutos. Terapia de choque que mi hizo superar mi claustrofobia y perder el miedo al encierro prolongado.

También he refrenado mi deseo de vomitar en la combi al ir sentada de espaldas al chofer en una especie de banco-asiento, mal colocado, mareada y con el estomago vacio a las 6:30 am, entre las subidas y bajadas de San Caspio y San Benito en las CP que rodeaban al Estadio Azteca. Remediando casi por completo mi mal de vértigo matinal.

Luego de 10 años de no utilizar estos medios de transporte, volver a ellos me hizo recordar el poema del anonimato de las grandes ciudades, que delineaba mi experiencia de sociólogo subterráneo y es muestra de un bien creado y compartido.

Sin duda el METRO de la Ciudad de México sigue siendo hoy por hoy uno de los medios de transporte masivos mejor organizado, celebro los vagones de género sólo para mujeres, la tarjeta electrónica y mucha mayor vigilancia que antes. Hay más presencia del GDF en cuanto a la promoción de los espacios culturales y de obra pública en carteles.

El estado general, sí deja ver el paso del tiempo, sobre todo en la línea verde y la rosa cuyos vagones están más maltratados, pero definitivamente los prefiero por encima de los nuevos vagones de la línea azul con un solo asiento corrido de cada lado, paralelo al vagón. Los odié, yendo a los tribunales civiles y familiares (Metro Bellas Artes) pues me vi en la necesidad de contonear mi trasero frente a aquellos pocos suertudos que si alcanzaron asiento y fueron testigos de mis peripecias para no caer.

La semana pasada después de 10 años de no frecuentar este medio suburbano, mi percepción fue que como país estamos exactamente en donde nos corresponde estar, en el lugar que nos merecemos estar. Me duele que cada año haya mas y mas gente que requiera usar este medio de transporte como forma de trabajo, que los trovadores de hace 10 años hayan sido suplantados por los vendedores de CD’s piratas con reproductor de back pack.

Sin embargo todo ello responde a la lógica de un capitalismo voraz, sin patria y sin nacionalismo que me hizo sentirme ofendida al encontrar dentro del Metro Chapultepec una franquicia yanqui del 7 ELEVEN!
Que alguien me explique ¿por qué? Y ¿por qué un asqueroso Domino’s Pizza? Y ¿por qué no nos dimos cuenta cuando se nos metió el malinchismo hasta lo más profundo de nuestras entrañas nacionales? Justo abajo del monumento a los niños héroes que alguna vez creyeron que valía la pena defender lo nuestro.

Hoy ya no soy la joven temerosa que se enfrentaba a la dureza de los andenes y transbordos, hoy soy una mujer que ha visto pasar el tiempo y ver que las cosas no sólo no cambian, sino que empeoran. Pese a los esfuerzos locales por hacer de esta ciudad “una ciudad para todos”, una “ciudad de la esperanza” la economía nacional deja mucho que desear, la dieta nacional empeora, somos más obesos y estamos más jodidos.
Ya sin claustrofobia pero sumamente ofendida, entré al 7 Eleven y me compre una botella de agua “Hecha en México” como yo.

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